Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

  • La Jauría salvaje
Powered By Blogger

Translate

sábado, 30 de enero de 2010

fragmenos notables

"Llegó la mujer. La escalera por la quye bajó estaba a un lado del mostrador. Ella se abrió camino por el ruidoso hervidero de los desertores. Es decir, el camino se abrió realmente solo. Al otro extremo del local, junto a la ventana y frente a la escalera, estaba sentado el inspector Eibenschütz. Vio a la mujer cuando ella estaba en el primer escalón de la escalera. Y en seguida supo que vendría hacia él. Ya en el primer momento de verla en el último escalón de la escalera sintió una sequedad en la garganta, hasta el punto que cogió el vaso de hidromiel y lo vació de un trago. Pasaron unos minutos antes que la mujer llegara a su mesa. Los desertores borrachos se apartaban ante su paso leve. Delgada, esbelta, pequeña con un chal delicado y blanco sobre los hombros, que ella se sujetaba con una mano como si estuviera muerta de frío y ese chal pudiera calentarla, avanzaba segura, con caderas ondulantes y hombros tensos. Su paso era firme y gracioso. Por un momento se oyó el suave golpear de sus altos tacones,mientras los hombres enmudecían y las mujeres la miraban. La mirada de ella se había dirigido enseguida, desde el escalón superior, al inspector Eibenschütz, como si sus ojos precedieran a sus pies.

Cuando llegó hasta él, a él le pareció que por primera vez sabía lo qué era una mujer. Los ojos de ella de un azul intenso, le recordaban el mar, a él que nunca había visto el mar. Su blanco rostro despertaba en él, que conocía muy bien la nieve, la idea de una nieve fantástica y no terrenal, y su cabello negro y azul oscuro lo hacía pensar en las noches del sur, que nunca había visto pero de las que quizás había leído u oído hablar alguna vez. Cuando ella se sentó frente a él le pareció vivir un gran milagro; como si se hubieran sentado a su mesa el mar desconocido, una extraña nieve y una rara noche. Ni siquiera se levantó. Sabía muy bien que uno se levanta ante una mujer; pero no se levantó ante un milagro. Sin embargo, sabía que aquel milagro era un ser humano, y sabía también que era la amiga de Leibusch Jadlowker. Naturalemente, también, Eibenschütz había oído todas las historias sobre la amiga de Jadlowker. Nunca había tenido una idea precisa de lo que se llama "el pecado", pero ahora creía saber que aspecto tenía. Ese aspecto tenía , exactamente el de la amiga de Jadlowker, la gitana Euphemia Nikitsh.

-Euphemia Nikitsh-dijo ella simplemente, sentándose y extendiendo su falda de múltiples pliegues. Él la oyó crujir suave y penetrantemente, en medio del alboroto de los desertores.

-¿No bebe?- preguntó ella, aunque veía ante Anselm Eibenschütz el vaso recién apurado de hidromiel. Él no oyó su pregunta. La miraba fijamente, con los ojos muy abiertos, pensando que, en realidad, era la primera vez que abría los ojos de verdad. -¿No bebe?- preguntó ella otra vez, pero ahora era como si supiera ya que Eibenschütz no podía responderle. Por eso chasqueó fuerte y sonoramente los dedos. Vino Onufrij, el criado. Ella encargó una botella.

Él trajo una botella de aguardiente de noventa grados y otro plato de guisantes secos. El inspector Eibenschütz bebió, ¡pero no porque tuviera ganas! ¡De ningún modo! Bebió sólo porque, desde que la mujer se había sentado allí hacía unos minutos, buscaba inutilmente algo apropiado que decir y confiaba en que se le ocurriría si bebía. Bebió pues, y el aguardiente le ardió fuertemente en la garganta, y comió además los guisantes salados, que sólo acentuaban el ardor. Mientras tanto, delante de él estaba sentada inmóvil, la mujer. Con sus dedos esbeltos y morenos, cada uno de los cuales parecía una mujer diminuta, esbelta y de cabeza rosa y frágil aunque fuerte, estrechaba el vasito. Tampoco sus ojos miraban al inspector Eibenschütz sino al aguardiente claro como el agua. Eibenschütz miraba las pestañas largas, curvadas y de un negro sedoso de la mujer, más negras que su vestido.

"
Roth, Joseph. El peso falso (Historia de un inspector de pesas y medidadas) . Siruela, Madrid,2003. pags. 39-41. Traducción de Miguel Sáenz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario