sábado, 24 de julio de 2010

viernes, 23 de julio de 2010

Lunesmartesmiercolesjuevesviernes.

Lunes: La ví venir en la distancia brumosa. (06,50; es una mañana turbia de frío, borracha de amanecer indeseado) Frente a mí le digo ¡Buenos Días ! No responde y se aleja de mí , desdibujándose rauda en la distancia brumosa.
Martes: 06,55 horas. Invierno en Santiago, frío y despejado. Viene hacia mí envuelta en la luz del día que quiere por fin vencer los rincones de la noche en retirada. Frente a ella digo: ¡Bon jour! (si no ha respondido ayer será porque es extranjera, he reflexionado) el silencio total responde a mi saludo y yo tratando de hacer el menor ruido posible repitiéndome internamente bonnjourjourbonjourbonjourbonjour desaparezco en la entrada del metro.
Miércoles: Vienen contra mi el día y ella. La saludo con una inclinación que oculta mi miedo: Good morning. Sólo el vacío de la madrugada y una frenada de auto responden  a mi saludo. Como siempre la madrugada es horrorosa, me digo, y desaparezco en el metro, tragado por la tierra.
Jueves; 06, 45: La enfrento dasafiante y a pesar del frío me quito la bufanda  para expresar valientemente: ¡Guten Tag! La nada respondió a mí saludo; ni unchirrido de frenos, ni un aullido de perros, ni mi corazón  siquiera, que de sorprendido dejó de latir tan rápido como yo lo acostumbro a sentir a esas horas. El Liceo de aplicación me mira desde su soledad obligada. Vuelvo la vista y su silueta es una especie de aparición luminosa en el frío desencanto de esas horas.
Viernes; 06,50:  Viene hacia mi en la distancia brumosa, su rojo abrigo parece contener el viento. Casi frente a mí  y  viéndola  como suspendida  en el frío aire le digo:  ¡Buenas noches!. Sorprendida gira el rostro, me mira y dice ¡pero si está amaneciendo! y su risa estremece todo el rojo abrigo.

autorretrato 2

auterratreto 1

My life!

La boca de la noche ríe triste, 
 haciendo crujir mi espalda.

Lejos, Sé;
la nieve rafaguea en el aire sus disparos blancos.

viernes, 12 de febrero de 2010

jueves, 4 de febrero de 2010

MALAS COMPAÑÍAS


Malas compañías

-¡No doy más! ¡No aguanto más esta vida despreciable!- Grité desaforadamente enfrentándome con los que me rodeaban. Rápidamente se abalanzaron sobre mí para quitarme el arma que aun permanecía en mi mano. pretendiendo inmovilizarme forcejeaban conmigo tratando de impedir que hiciera lo que sospechaban. Acerqué sin preámbulos el arma a mi sien y los miré desafiante ¿Piensan que intentaré matarme? Interrogué, con los ojos entrecerrados para producir un efecto dramático.
Paralizados me miraban ahora, un silencio grueso se esparció por el salón de actos.
¡Nada de eso! grité jubiloso, ¡Los dejo a ustedes y a la vida miserable que llevo en esta compañía! ¡Ni siquiera se han dado cuenta que esta pistola es de utilería, parte del abominable ensayo que hemos estado realizando!
Arrojé la pistola por los aires en medio de un oooohhhh genralizado. Riéndome a carcajadas y cogiendo la pistola al vuelo salí de allí disparando a esa multitud amorfa mientras gritaba: Adíos ¡Malas compañías!


José-Luis Medel Verano 2010

viernes, 29 de enero de 2010

Fragmentos notables

"El caballo sin riendas, sin látigo y sin gritos los llevó en un tiempo prudencial a Szwaby, delante mismo de la puerta e la Taberna de la frontera.

Ebenschütz preguntó inmediatamente por la señora Euphemia. No se sentó: le pareció necesario adoptar una especie de actitud oficial, como si hubiese llegado firmemente decidido a asumir la dirección de la taberna. Una actitud oficial -se dijo-, y se quedó de pie al extremo de la escalera, con el sombrero puesto. Pasó tiempo antes que ella bajara. Al cabo de un largo rato, él oyó en la escalera sus tacones, no levantó la vista, pero creyó ver claramente sus pies, aquellos pies estrechos y largos en los zapatos estrechos y largos. Su vestido de muchos pliegues, de un rojo vinoso, susurraba ya. Sobre los escalones duros y desnudos de madera resonaba su paso duro, firme y regular. Eibenschütz no quería mirarla. Prefería mucho más imaginarse cómo andaba ella y cómo se agitaban los muchos, muchos pliegues delicados de su vestido. La escalera hubiera debido tener muchos más escalones. Ahora ella estaba abajo. Ahora ella estaba delante de él. Eibenschütz se quitó el sombrero.
Sin mirarla en realidad, por encima de su cabeza, pero de forma que percibía demasiado bien los reflejos negroazulados de su cabello, dijo

-¡Tengo que decirle algo importante!
-¡Dígalo entonces!
-No, ¡algo muy importante! ¡Aquí no!
-Entonces vamos afuera -dijo ella, precediéndolo hacia la puerta

La luna estaba grande y apacible sobre el patio.
El perro ladraba incansablemente. El caballo blanco estaba allí atado al portón, y tenía la cabeza baja, como si meditase. Había un perfume embriagadoramente dulce a acacias, y a Eibenschütz le pareció como si todos los olores de aquella noche de primavera vinieran sólo de aquella mujer, como si ella sola pudiera dar a la noche entera perfumes y resplandor y luna y todas las acacias del mundo.

-Hoy estoy aquí en visita oficial- dijo-. Tengo confianza en usted y por eso se lo digo, Euphemia -añadió un momento después-. Ninguno de los acredores debe entra en esta casa. Se me ha encargado administrarla y vigilarla. Si usted quiere, nos llevaremos bien.
-Naturalmente- respondió ella- ¿por qué no vamos a llevarnos estupendamente?

Le pareció a Eibeschütz que la voz de ella, en el plateado azul de la noche, sonaba de distinta forma que en la taberna. Aquella voz era fuerte, clara y suave, como si tuviera arcos y bóvedas, y Eibenschütz creyó que podía ver la voz y casi tocarla. Pronto tuvo la sensación de que se curvase sobre su cabeza y él estuviera directamente bajo ella.
Sólo al cabo de un buen rato de haberse extinguido comprendió lo que la voz le había dicho, se llevarían bien ¿Por qué no?

-Es estrictamente confidencial- dijo él- ¿Comprende?
¿No dirá nada a nadie?
-Nada a nadie- dijo ella tendiéndole la mano, una mano blanca y resplandeciente. Era como si la mano nadara a través de la noche azul plateada.

Él aguardó un momento, mirando largo tiempo aquella mano respalndeciente antes de cogerla. Estaba frí y caliente a un tiempo, y le pareció como si el interior fuera ardiente y el dorso frío. Sostuvo auqella cosa blanca y resplandeciente un largo rato. Cuando la soltó Euphemia se sonrió. En el azul de la noche se vieron claramente sus blancos dientes.
Ella se volvió rápida, y su falda de muchos pliegues susurró, muy suavemente, el vestido tenía su propia vida, era una especie de tienda de campaña mágica. Murmuraba, susurraba."

Roth Joseph. El peso falso (Historia de un inspector de pesos y medidas), Siruela, Madrid, 2003. Pags 76-78. Traducción de Miguel Sáenz

fragmenos notables

"Llegó la mujer. La escalera por la quye bajó estaba a un lado del mostrador. Ella se abrió camino por el ruidoso hervidero de los desertores. Es decir, el camino se abrió realmente solo. Al otro extremo del local, junto a la ventana y frente a la escalera, estaba sentado el inspector Eibenschütz. Vio a la mujer cuando ella estaba en el primer escalón de la escalera. Y en seguida supo que vendría hacia él. Ya en el primer momento de verla en el último escalón de la escalera sintió una sequedad en la garganta, hasta el punto que cogió el vaso de hidromiel y lo vació de un trago. Pasaron unos minutos antes que la mujer llegara a su mesa. Los desertores borrachos se apartaban ante su paso leve. Delgada, esbelta, pequeña con un chal delicado y blanco sobre los hombros, que ella se sujetaba con una mano como si estuviera muerta de frío y ese chal pudiera calentarla, avanzaba segura, con caderas ondulantes y hombros tensos. Su paso era firme y gracioso. Por un momento se oyó el suave golpear de sus altos tacones,mientras los hombres enmudecían y las mujeres la miraban. La mirada de ella se había dirigido enseguida, desde el escalón superior, al inspector Eibenschütz, como si sus ojos precedieran a sus pies.

Cuando llegó hasta él, a él le pareció que por primera vez sabía lo qué era una mujer. Los ojos de ella de un azul intenso, le recordaban el mar, a él que nunca había visto el mar. Su blanco rostro despertaba en él, que conocía muy bien la nieve, la idea de una nieve fantástica y no terrenal, y su cabello negro y azul oscuro lo hacía pensar en las noches del sur, que nunca había visto pero de las que quizás había leído u oído hablar alguna vez. Cuando ella se sentó frente a él le pareció vivir un gran milagro; como si se hubieran sentado a su mesa el mar desconocido, una extraña nieve y una rara noche. Ni siquiera se levantó. Sabía muy bien que uno se levanta ante una mujer; pero no se levantó ante un milagro. Sin embargo, sabía que aquel milagro era un ser humano, y sabía también que era la amiga de Leibusch Jadlowker. Naturalemente, también, Eibenschütz había oído todas las historias sobre la amiga de Jadlowker. Nunca había tenido una idea precisa de lo que se llama "el pecado", pero ahora creía saber que aspecto tenía. Ese aspecto tenía , exactamente el de la amiga de Jadlowker, la gitana Euphemia Nikitsh.

-Euphemia Nikitsh-dijo ella simplemente, sentándose y extendiendo su falda de múltiples pliegues. Él la oyó crujir suave y penetrantemente, en medio del alboroto de los desertores.

-¿No bebe?- preguntó ella, aunque veía ante Anselm Eibenschütz el vaso recién apurado de hidromiel. Él no oyó su pregunta. La miraba fijamente, con los ojos muy abiertos, pensando que, en realidad, era la primera vez que abría los ojos de verdad. -¿No bebe?- preguntó ella otra vez, pero ahora era como si supiera ya que Eibenschütz no podía responderle. Por eso chasqueó fuerte y sonoramente los dedos. Vino Onufrij, el criado. Ella encargó una botella.

Él trajo una botella de aguardiente de noventa grados y otro plato de guisantes secos. El inspector Eibenschütz bebió, ¡pero no porque tuviera ganas! ¡De ningún modo! Bebió sólo porque, desde que la mujer se había sentado allí hacía unos minutos, buscaba inutilmente algo apropiado que decir y confiaba en que se le ocurriría si bebía. Bebió pues, y el aguardiente le ardió fuertemente en la garganta, y comió además los guisantes salados, que sólo acentuaban el ardor. Mientras tanto, delante de él estaba sentada inmóvil, la mujer. Con sus dedos esbeltos y morenos, cada uno de los cuales parecía una mujer diminuta, esbelta y de cabeza rosa y frágil aunque fuerte, estrechaba el vasito. Tampoco sus ojos miraban al inspector Eibenschütz sino al aguardiente claro como el agua. Eibenschütz miraba las pestañas largas, curvadas y de un negro sedoso de la mujer, más negras que su vestido.

"
Roth, Joseph. El peso falso (Historia de un inspector de pesas y medidadas) . Siruela, Madrid,2003. pags. 39-41. Traducción de Miguel Sáenz.

viernes, 22 de enero de 2010

yo, en estos días

el agua que yo descavo


I

-La tierra
desataviada no perdura. Sólo
caminarás.
Invisibles cuerpos
reflejan, de tus
llameantes ojos
in-torcido el dolor
que esperas.
-(mas, impostergable
rumor de bosque
y selva; negra había la
blanca sombra,
costra
y ojos, ojos, ojos
ya tendrás)
-Siguiendo un álgido camino
porque,
¿es mejor la palabra leída?
-Como lejanas miradas
por esas sendas
debes, aún pagar lo no
recogido; muchos
caminos
des-percibidos.
Me espera una fuente. Que sea
suficiente el agua.

II

La-Bio sustancial la tierra
suspiro el notocordio.

hubierais entregado la hoz,
de tan hollada
no alcanzaremos
no alcanzaremnos no alcanzaremos
con este pie la tierra.

III

-La tierra
por no habituarte, ya
perdonas
que la invencible fosa
trans-pasa.
Actualmente tu memoria extendida en los desiertos
del cristal de todas
las palabras
sabiosustraídas-dessumadas.
Amigo-algo-parisino-allá-allí-desorilleantes.
Ah. Ah. Ah. Las palabras¡
Divido, divido, las interesantes
tan, evasivas letras unidas.
Oh et jamais une matin...ou irai-je apres?
Sí? Dónde?

IV

Mi extensa tierra -Oh land-
Sea, éternel paysage,
disipado en frías costas
a veces humea
de perfil el día
tras postergado de sí
aquí viéndo
uniones que la nieve forzó
por esos
deshábiles acantilados donde
fuentes iguales
o mareas
o lagunas?
de allí
las aves vienen a beber.
Oh mi extensa tierra
te daré arenas y
arenas o
pequeñísimo polvo,
que de repetidos aires
flota a la luz de cuidadas
azucenas.
Dice in-sonido,
Cartago

V

-aguas
plisadas-
oigo tuyo eco
superados los filtros
para zozobrar aun
sumisos los evasivos olvidos.

Presionarán la tierra mía!

-Aquí me esmero
si construyo los
anhelados que quiero olvidos.

-Aquí como, encierro de la nuez
como veo el alto aliento
encierro de la nuez
la nuez de preciadas
construcciones
construyo, despellejado de ojos
un alternativo dedo
para el tiempo. Permeable la tierra
aguas plisadas oigo,
home-video oh my land
aquí te oigo,
era ese
un cadillac auténtico?

VI

Toda la tierra
temes. Espero el bosque ni acá ni allá
replegado pero, podrás desoir la selva negra?
No, No! toda fotografía termina
extraviada igual a ojos cuando...

VII

Desclamores, cada ruego
-como ha-
bitar de esta tierra.
De esta tierra
quería su hundimiento,
de esta oiría las cabezadas del mar.
Oh, tierra más tierra
todavía. Qué
fue de ayer
tus bosques olorosos?
Tenue,
el cielo descabezado hizo
de todo vacío lagos blancos,
inoportunos,
de la quebrada mansa para
sin condiciones ir
con saña a
abrevar.
Sin-haces-cuando, ya la nada
ocultará también la
sed - Oh mi tierra
nada son todos
tus caminos.
Pero el agua, A quién el agua?


VIII

La soledad del caminante
no es comparable a la soledad.

-Marchito avistas la desaparición
de los senderos,
que alguna vez
se ofrecieron
a tí.
Antes habían sido allanados,
frescos de gritos, los suelos.

IX

Pozos, hondos, de
clareada superficie
continuos van, sí existiendo
suspendidos; helos ahí
es-carbados contra la tierra mía
ya luz, advierte sus orillas
de ellas que vienen, hundiéndose
precipitándose sobre
la inutilidad de
una memoria poblada de desoídas voces,
anti-tierra, la no-tierra que?
pasa por alto los círculos que.

X

Marcas, con atenta precisión las rutas que quisieras.
Se resiste,
resiste el papel de apilamientos que quisieras,
mientras haya luz,
esa línea trazará caminos en la tierra aunque
te pierdas en el sueño.


XI


Costas tierra son , de
inmemorial tiempo
deshaciendose en
las azules aguas;
del erial saciará cada larga
boca, su intención de hablar.
Con aguas dentadas veré aparecer la ola
tan inmensa que vendrá.....
quisiera lluvia tan intensa como el mar
y sin embargo
me
estará
vedada
la diferencia.


XII

Flageladas he pisado yo
las lenguas de esta tierra;
he andado en ocasiones tras
el florecimiento de las rosas.

Ahora comprendo
que no lo he hallado.

XIII


Emprendidas menos ausentes
con tenacidadses injuriosas hacia
el ceniciento oeste, ya
las pisadas se oyen. Un más abajo
contrae calientes impresiones,
cubremanchadas desde el otear del
aguila. Esa mirada añora descubrir
un reverberar de huesos, espera
su aparecimiento. Uno por cada surco
que abres en aquí abierta tierra,
su-fi-cien-te comparte un dolor de
nubes, reparte parecidos llantos.
Sí, enhumedece larguísimos,
guturales sonidos.

XIV


Qué de mares o
de tierras por un galope
en el aire,
se va
deshilachando la silueta
que percibiste santa.
Hasta que los días se
hundan en una
construcción absurda.

XV


Ya volveré al Pacífico.
Por allí , Oh mi mar que viste
de esperas unas hondas pisadas,
unas huellas que se han borrado,
esas o las mismas, magníficamente borradas;
precursoras fueron sin estar a la vista
de los entreabrazados
ojos,
rastreando elgo entre los inolvidables,
siempre acechantes golpes
de remo; Ah.... las estelas
que pude imaginar
dejaban, privadas de brazos
unas yotras las sucias arenas.
Oh-si pudiera
saber que ocultaste en
tu inocente mano.



José-Luis Medel. Santiago de Chile. Acaso 1998

Domingo 2 este invierno

DOMINGO 1